jueves, 24 de julio de 2014

Ciertas Cosas de la Infancia by Char Giordano

Cierro mis ojos, comienzo abriendo la reja del jardín delantero de la casa de San Fernando en la calle Córdoba, camino por el sendero de piedras que lo dividía en dos, miro a mi izquierda, y puedo ver estacionado ahí el Doge 1500 azul de mami; continúo caminando y llego a la galería, entonces tomo el picaportes y abro la puerta de madera color verde oscuro, entro al living comedor donde puedo ver el hermoso piso de porcelanato negro con vetas grises y blancas del living. Me dirijo a la que era mi habitación en ese entonces, puedo observar las paredes de mi cuarto pintadas de color rosa y el Pluto dibujado en el placard por mi mamá que sabia dibujar muy bien. Lo recuerdo como si estuviese ahora ahí parada, me acuerdo de cada sector de la casa en donde he pasado parte de mi infancia.
Les copria contar que hasta recuerdo los nacimientos de mis dos hermanas, el de Marina un poco menos ya que solo tenía dos años, tengo una vaga imágen en mi mente de aquel día. El de Valeria ya lo recuerdo muy bien, yo tenía cuatro años, era de noche, Marina y yo jugábamos en aquel living de la casa de San Fernando cuando de repente y nosé como Marina cae al piso y se golpea la frente con el zócalo del piso, papi asustado nos lleva al sanatorio, donde mami se encontraba internada porque pronto daría a luz a nuestra hermana menor. Llegamos y nos encontramos con que Vale había nacido.
Así podría contar cada detalle de cuando era pequeña. Tengo muy lindos recuerdos, los más hermosos, pero sólo me limitaré a nombrar los que más significado tienen para mí. Y no lo contaré con tanto detalle ya que para eso tendría que escribir un libro. Lo que pasaré a contarles serán ciertas cosas que me han quedado grabadas en mi corazón.
¿A quién no le gustaba que su abuela o mamá cuidasen de uno cuando se enfermaba? Pues a mi sí. Las fiebres de la infancia, las voy a poner en primer lugar, fué una de las cosas que se me vino primero a mi mente, mis abuelas que me cuidaban, me cocinabam sus ricas y sanas comidas, el no dejarme ver television porque según decían me íba a suir mas aún la fiebre y mas cosas que las abuelas te dicen para que uno se quede quieto.
Mis juguetes, Snoopy, el yoyo, el balero, el tiqui-taca y las barbies. El andar en bicicleta adentro del living y romper una tv el día de mi cumpleaños número 5.
Me encantaba que mi mamá me vistiera con remeras color rosas, las medias blancas con puntillas, las polleras y camisas escocesas, y amaba los sweaters de lana tejidos por mi abu Luciana.
Me acuerdo de ir al jardín de infantes y a la colonia de Verano en Pluto donde nos esperaban ahí Telly y Graciela que eran quienes nos cuidaban a mis hermanas y a mí, y con quienes de vez en cuando sigo teniendo trato. Los áctos y el guardapolvos naranja y verde, las distribución de las salas, los juegos, las excursiones y los compañeros del áula. El "arroz con leche" y las escondidas.
La leche cultivada de La Serenísima, que tomaba en las tardes mientras veía La Ola está de Fiesta o Xuxa, El Inspector Gadjet, entre otros de mis programas preferidos.
El patio lleno de hielo en invierno, de la casa de la abuela Albertina, en donde recuerdo esa tarde en que caía la lluvia, y el granizo golpeaba fuerte el techo de chapa mientras sentía el aroma de las rosquitas y el flan casero que preparaba en su cocina. Y qué decir de su voz aguda, y las cantatas mientras hacía las tareas hogareñas. Y mi abuelo Arturo el papá de mi padre, acostado durmiendo su siesta de todos los días. Y me acuerdo de la forma en su caminar media renga, recuerdo que siempre me traía un alfajor Jorgito de dulce de leche que en ese entonces eran mis preferidos.
La amada casa de Olivos de mis abuelos maternos y el particular aroma de esa casa que nunca se me borrará, era especial nosé como explicarlo; me encantaba ir a esa casa, era mi segundo hogar definitivamente. Y como no acordarme las noches en las que me quedaba a dormir, mi abuela me hacía un lugarcito el medio de de la cama y como eso no era suficiente me tomaba de la mano sentirme aún más protegida, hasta recuerdo el ruido de los resortes de la cama en donde dormíamos, detalles que no se olvidan.
En cuanto a sus comidas, el sabor de su arroz era inigualable y sus comidas en sí tenían ese gustito y aroma particular que nunca más volveré a probar. Ninguna comida se comparaba con la de ella, ni siquiera la de mi amada madre.
Me encantaba jugar con sus ruleros, collares, maquillajes, y ropas que muy pocas veces me dejaba tocar. El sonido de su risa, sus carcajadas y sus retos los tengo grabados en mi cabeza. Hasta las largas y eternas caminatas para hacer los mandados que detestaba pero que ahora las recuerdo con mucho cariño.
Después estaba mi abuelo, la seriedad ante todo, pero como todo abuelo tiene su lado tierno, me acuerdo hasta del tono grave de su voz. Todos decían que yo salí a la familia Novoa, nos parecíamos mucho en cuanto a las facciones de la cara, y por ende yo me parezco también a mi tío, su hijo.
Me acuerdo cuando mi abuelo Alfredo se cayó de la escalera mientras cortaba las plantas con la tijera de podar, como se cortó y cayó. Y qué decir del olor a naftalina que había en el quincho del fondo en donde él guardaba todas sus herramientas, aparatos de gimnasia y su querida máquina de cortar césped, me encantaba ir a chusmear todo de ahí. A veces mientras todos dormían la siesta y tratando de no hacer ruido, tomaba las llaves del fondo y entraba a revisar todo.
El ritual de los domingos para él era, levantarse, desayunar mientras leía el diario, cortar el césped, ducharse, hacer los asados, almorzar y la mar en choche. Que ricos esos asados que preparaba mi abuelo!
Recuerdo que llegábamos a la casa de Olivos todos los domingos, éramos mis dos hermanas menores y mis padres, estacionábamos en la vereda el Doge 1500 y nos venía a recibir mi abuela con una gran sonrisa; y como de costumbre se podía oír a Frank Sinatra, Ray Charles, y los Beatles como música de fondo. El Vermut típico que preparaba mi abuelo antes de los almuerzos y que tomaban los hombres de la casa, mientras se cocinaba la carne en la parrilla Y en cuanto a su hijo, osea mi tío y padrino, lo recuerdo siempre con la filmadora en mano filmando y atento a cada situación, captando cada momentos de la familia Novoa Giordano. Y siempre haciendo chistes del cual todos se reían. Pero eso sí, cuando se ponía de mal humor, había que aguantarlo!.
El primer libro que me regaló el tío fué Daylan kifky de María Elena Walsh, tapa era de color amarilla y estaba Daylan dibujado en Blanco y negro, me lo regaló para mi cumpleaños número 9, me acuerdo que me gustaba mucho, pero nunca llegue a leer el final, creo que lo terminé perdiendo ese libro, ese detalle no me lo acuerdo.
En cuento a mi padre siempre con una sonrisa, su linda mirada, su corte de pelo estilo prócer, su amado Diego Armando Maradona, sus chamamés y folklores, su amado Delta; y sus infinitas historias cotidiana que eran y son más que interminables. Y sus particulares silvidos siempre presentes.
En cuanto a mi mamá me encantaba disfrazarme con su ropa y zapatos, típico de la infancia de una niña. Ella era muy hermosa, su voz, su sonrisa, su mirada, hasta su mal humor, era muy graciosa y una persona muy sensible. Sabía tocar la guitarra, cantaba lindo y dibujaba hermoso. Su manera de vestir elegante y una cosa que me encantaba hacer era mirarla dormir y recuerdo que cuando se despertaba yo me hacía la dormida, para que ella me mire y me mime. Y me diga cosas lindas. Ahora que lo pienso ese era mi momento preferido.
El enseñarme las tablas con mi abuela, pobres mujeres, ese día las volví locas a ambas, me acuerdo que si fuera ayer. Me encerraron en la pieza y hasta que no me las aprendiera no me dejarían ir a ver Grande Pá, Para mí era una tortura. En fin, terminé con mis obligaciones escolares y me fui a dormir.
Recuerdo el día de la mudanza a la casa de Beccar, el pasar la primera navidad ahí, la llegada de “Papa Noel” Jugar a las Barbies con mis hermanas y pasar año nuevo en la casa de la abuela como todos los años. Recuerdo cuando mi tío prendió un globo en una de las navidades y prendió fuego el árbol del vecino, o cuando tiró la cañita voladora e incendio el techo de otro vecino, como podrán darse cuenta nunca tuvo suerte con los fuegos de artificio.
Me acuerdo del primer día de colegio, el formar fila, Romina con dos colitas con cintitas blancas, en vano aclarar que era la primera de la fila.
El particular olor a aserrín de la escuela 11, sus pisos color bordó y las largas mesas del comedor. El desear que llegue la hora del recreo largo para jugar a la mancha, la soga y las figuritas. Ceci y su primer día de colegio con los zapatitos de charol. Mis amadas zapatillas negras de plataforma, la caída jugando a la mancha, Luz y Romi que no me creían que me había caído tocándome poque pensaban que estaba actuando, y al día siguiente aparecer con el yeso porque me había esguinzado el tobillo.
La supuesta amenaza de bomba en el colegio, obviamente una broma que me hicieron, y con la cual entré en pánico. El simulacro de incendio. Patricia, Lidia, Stella, Marta Susana y Graciela Bustos. El “Alta en el cielo, un águila guerrera”, los actos escolares, en los cuales no actuaba porque tenía pánico escénico. Me acuerdo de los almuerzos y los viernes de película. Los días de lluvia en dónde solamente jugábamos en las áulas.
Mis amigas y las vueltas alrededor del patio en los recreos abrazadas, el jugar al “yo con todos, yo con vos, yo por arriba yo por abajo”, el “corto, no quiero ser mas tu amiga”, la mancha, las carreras, la payana, el jugar a los tazos. Los cumpleaños y mi terrible gusto para vestir con remeras gigantes de Disney y los palazos cuadrillé o con flores y zapatillas Reebook, por dios!, era un desastre. Y qué decir de mi incontrolable timidez, ahora lo recuerdo y me causa gracia.
En fín, recuerdo ésto y muchísimas cosas más, como la inocencia, la felicidad eterna que nunca acabaría, las ilusiones, las fantasías, los cuentos de hadas, la gente siempre sonriendo; y sinceramente estoy feliz por mirar hacia atrás y saber que tuve y tendré siempre hermosos recuerdos de mi niñez. Porque sé que desgraciadamente no todos tienen la gracia a vivir una infancia como corresponde, no todos tienen esa posibilidad y por eso siempre les estaré agradecida eternamente a los que pasaron por ella, a todos esas personas que forjaron mi presente, mi futuro. Porque asi como soy con cada uno de mis actos, tambien soy todo mi pasado. Soy todo lo que viví y todo lo que me queda por experimentar en mi vida.

Gracias.







Car Giordano.
 










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