Despierto y mis ojos divisan una puerta de hierro en la mitad de la noche y voy hacia ella, la abro y me dirije hacia una escalera con destino incierto, a medida que voy de escalón en escalón la luz se va disolviendo. Llego entonces a distinguir una puerta de madera entre abierta. Y como soy de esas personas inquietas que les gana la curiosidad me intriga y entonces mi mano en dirección al picaporte de hierro comienza a abrirla. Inquietante y algo asustada siento como de a poco mi corazón comienza a latir con mas fuerza, las pulsaciones se aceleran, las manos me transpiran y siento un frío sudor en la nuca.
No sé que habrá detrás de esa puerta voy camino a lo incierto. Y entonces entro... Llego a un lugar donde la oscuridad es lo que abunda, no veo nada. Mis pupilas se dilatan y comienzo a distinguir de a poco formas no muy claras y poco a poco mis ojos se acostumbran a la ausencia de luz visible del lugar. Y entonces ahí está, veo a alguien sentado en una silla, no pude distinguir su cara, pero si escuchar su escalofriante voz que repetía mi nombre y se acercaba cada vez más a mi. Aterrorizada, no intenté hablarle ni tampoco quise saber quien era, me asusté y cobardemente salí corriendo de aquel terrorífico lugar. Asique me di vuelta, abrí la puerta, bajé las escaleras, crucé la puerta de hierro que me había intrigado aquella noche, corrí, corrí y seguí corriendo hasta que de pronto me desperté en mi cama.
Char G.
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